«No sheep, no Border Collie». Esta frase tiene ya unos añitos. Viene de cuando en Reino Unido, deslumbrados por la elegancia e inteligencia de estos perros, intentaron introducirlos como coleguillas urbanos. Durante siglos los Borders habían trabajado en las granjas de Escocia, Gales, Irlanda… incansablemente, durante extenuantes jornadas a cambio de su ‘porridge’ de avena y algo de casquería. Durante todos esos siglos, el Border fue el abnegado ayudante del pastor, su mejor herramienta en los más duros trabajos y en las condiciones climatológicas más adversas y sin duda el más fiel de los amigos.
Pero de repente algo cambió. Los habitantes de los pueblos y ciudades, en plena curva de la neofilia canina y deslumbrados por películas y series de televisión en las que el Border Collie aparecía como el más elegante e inteligente de los perros, lo convirtieron en el perro de moda. Esta moda generó tantísimos problemas de adaptación al aburrimiento, a la falta de trabajo y a la incorrecta antropomorfización, que apareció inmortalizada en un montón de viñetas cómicas.
En «Españistan», con los 40 años de cerrazón y retraso cultural que llevamos en la mochila, todo tarda más en llegar, pero llega, vaya que si llega. Y llegó la moda del Border. Primero fueron los adiestradores, con sus ‘clickers’ y sus ‘targets’, los que impresionaron a todo el mundo con las capacidades cognitivas de estos perros, que eran capaces de aprender con tremenda facilidad los trucos más increibles. Primero los conocimos como acróbatas tras un ‘freesbe’, haciendo el ‘moonwalk’ o abriendo cajones y unos años después descubrimos de lo que era capaz moviendo ovejas.

Hoy día, estamos en plena explosión del Border ocioso: Perros blancos y negros que ladran compulsivamente a todo lo que se mueve, acechan coches, bicis y hasta niños y persiguen con mirada neurótica pelotitas y palos.
El mejor amigo del pastor sale ahora un cuarto de hora a la mañana atadito con su preciosa correa y descansa nueve horitas su recién cepillado pelazo en las baldosas de la cocina. A la tarde le espera otro rato de correa mientras ve pasar coches camino del parque, donde acechará a otros perros y donde vaciará con la pelotita su necesidad de controlar.
Es verdad que no todos viven así, que muchos hacen deporte, que corren por el monte con sus colegas bípedos y que pasean tranquilamente tras el cochecito del bebé. Pero, por desgracia, la realidad del Border Collie está tomando proporciones pandémicas. En nuestros grupos de modificación de conductas problemáticas, tenemos Borders que atacan a sus dueños, que cazan coches, bicis, corredores y hasta niños, Borders que no pueden comer en la cocina porque acechan las baldosas, que persiguen moscas imaginarias o se asustan con las sombras. La cantidad de «droguita» interna que nuestros blanquinegros colegas generan endógenamente es de las mayores del mundo canino y su hipertrofia en la secuencia de acecho hace muy difícil que los ejemplares provenientes de líneas de trabajo se integren en un mundo tan visual como el de la ciudad. Y de eso sabemos mucho por estos lares, «padres trabajando con ganado» y » lo cogí en un baserri», decimos orgullosos con nuestros pantalones «de goretex» sin manchar, montañeros de ciudad que visitamos el Serantes los domingos antes del marianito con nuestro flamante Border con arnés fosforito.

Pero el Border no necesita solo ejercicio, quiere controlar, quiere acechar, pensar, perseguir, esforzarse y a veces darle una ostia en la cara a ese carnero desvergonzado que ha osado mantenerle la mirada. Y creedme, si no hay carneros en su ambiente, algo buscará para vaciar el depósito.
Cada vez que alguien me dice «es que son muy listos…», el niño Jesús mata un gatito. No hay nada peor para un perro inteligente que estar puesto de «speed» hasta las patas, mirando las baldosas de la cocina durante 15 años.
Nuestras perreras y albergues están saturados de Borders esquizofrénicos a los que sus dueños no supieron entender y semana tras semana llegan nuevas remesas de Borders de cada vez más colores a nuestras calles.

Antes de incorporar un Border a vuestros próximos 15 años, pensad muy bien en vuestras capacidades, vuestro tiempo libre y en el paso del tiempo… Porque sí amigos, los veinteañeros con el tiempo tenéis hijos y entonces es posible que no tengáis tanto tiempo libre.
A los que los tenéis educadlos, dadles trabajo, físico y psicológico, no permitáis que uno de los mejores perros de trabajo termine sus días completamente estereotipado en vuestra cocina.

Jorge Hernández Segurola

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